Un sueño llamado «Pearl Jam».

A principios de la década de los 90, varios músicos que ya alguna vez habían hecho parte de agrupaciones con nombres muy conocidos en los Estados Unidos, como es el caso de “Mother Love Bone” volvían a reunirse después de la trágica pérdida de su vocalista líder, esta vez con un proyecto más fuerte, con una idea que haría de una categoría musical toda una subcultura, formando parte de un género que re-inventaría una de las derivadas del rock, con el nombre de una banda que se ha marcado en la historia artística con hierro caliente y que es el alimento de muchos amantes del grunge, su guía y consejera, no solo por las letras de sus canciones, la pasión de sus melodías o la energía de sus guitarras, sino por la ideología de sus componentes. En 1990, en el corazón de Seattle, Estados Unidos, nació, PEARL JAM.

En cuanto a mi respecta, PEARL JAM ha sido una de mis bandas favoritas (mi favorita de los 90’s), una de esas bandas que uno mantiene dentro de su top 5, es una de esas agrupaciones que desde que mi oído empezaba a moldearse me enseñó a comprender que el grunge no era tema de música “distorsionada” o solo de historias  cargadas de odio y cantadas por un solo sujeto con líos de drogas que vivía expuesto a MTV, me dio una visión muchísimo más amplia de lo que este género representó para los 90’s y de lo fuerte que aún es, aunque sus “representantes más visibles” ya no existan o no se muestren como “la moda” actual del rock. PEARL JAM es mucho más que música, es un camino, una alternativa, es un modo de renegarle al mundo haciéndole señas con el dedo y al mismo tiempo es una forma de decirnos que nos podemos querer, que el mundo anda mal pero que en nuestras manos está el darle vuelta a su destino.

Pearl Jam tocando esa noche «Even Flow».

Liderados por el señor Eddie Vedder, esta banda lleva más de 20 años dándole la vuelta al globo terráqueo, repitiendo en cada uno de sus discos y sus conciertos que lo que nuestros dirigentes políticos hacen no es lo que necesitamos, repitiéndonos que la guerra en cualquiera de sus presentaciones siempre está mal, que podemos vivir en un “estado de amor y confianza” sin problemas y que lastimosamente lo que llamamos “evolución” es justo nuestra propia auto-destrucción. ¿Cómo no amar a una banda así? ¿Cómo no comprar sus discos si además de sus mensajes nos regalan desde el grunge más pesado hasta sus más melódicas y dulces canciones acústicas? ¿Cómo no convertirme en uno de sus seguidores desde hace años, si su grandeza es inevitable?

Uno de mis sueños más fuertes siempre fue asistir a uno de sus conciertos, pero vivo en Colombia y lastimosamente PEARL JAM nunca ha pasado por Bogotá, así que si la montaña no va a Mahoma…

Era verano del 2010, el cartel del “HardRock Calling 2010” estaba encabezado por Paul McCartney, Stevie Wonder y nada más y nada menos que PEARL JAM, el viernes les tocaba el turno de cerrar el afamado festival. Las filas eran gigantes, miles de personas asistirían al concierto que se daría en pleno corazón de Londres y cada rincón del Hyde Park era adornado con camisetas de la banda. Vi muchas personas que en su mayoría excedían los 40 años de edad poniendo su música a todo volumen y con merchandising del “Vitalogy”, el “Ten”, “V.s.”, el “The Code” el famoso “Yield” y hasta del nuevo “Backspacer” en sus manos. Era fácil iniciar una conversación con alguien que sin preguntar tu nombre solo te decía “Estoy muy emocionado, este es apenas mi octavo concierto de la banda”, a veces solo acentuaba sin mencionar que era mi primer encuentro con estos grandes del grunge, otras veces como me ocurrió con “Katy”, una alemana que llevaba un dije en el pecho que decía “once upon a time I could control myself” (http://youtu.be/WFy3ooFzxjU) tuve que contarle que por Latinoamérica las bandas no pasan cada año y que me encontraba haciendo realidad uno de esos sueños musicales que todos los amantes de la música tenemos.

Eran exactamente las 2:00 p.m. y las puertas del lugar se abrieron, mi instinto conciertero  me llevó a correr tan rápido como pudiera junto con mis amigos y apoderándome de la barrera principal que divide a los asistentes de los protagonistas del espectáculo. Las tres primeras bandas salieron a calentar a la audiencia, en varios sectores del gigantesco concierto ya empezaban a corearse canciones de PEARL JAM sin importar quien estuviera en tarima.

El turno era de Ben Harper & Relentless 7 y fue ahí cuando sucedió la primera parte del cumplido sueño. Ensamblando un cover de Queen, Eddie Vedder hizo su primera aparición como colaboración en la canción, llevaba una de sus clásicas camisas grungeras que por su actual edad ya no lo muestra como el salta tarimas rebelde y un poco gritón de antes, sino que lo hacen ver como un señor que pretende enseñarnos muchas cosas. ¡Su voz, impecable! Mejor que en los 90’s diría yo, alcanzando tonalidades que únicamente podría inventar Freddy Mercury.

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El primer mágico momento terminó y empezó el turno de los suecos “The Hives”, quienes me impresionaron bastante, pues la energía que estos cinco personajes manejan en escenario es realmente un espectáculo que atrapa con facilidad y que te hace mover la cabeza.

La noche veraniega empezaba a notarse, y fue ahí cuando el primer rasgueo de Mr. Mike McCready inundó las más de 12.000 almas que se encontraban en el Hyde Park y fue el banderazo inicial de 2 horas de uno de los mejores conciertos de mi vida (a veces creo que el mejor). La cosa arrancó con “Given to fly” y se fue coloreando poco a poco con tonadas de todos sus álbumes, desde las más comunes como “Even Flow” hasta las “tipo lado B” que a uno le gustan mucho como fanático y no todos conocen, como “Wasted Reprise” o “Of the Earth” fueron sudadas por la banda. Jeff Ament prácticamente volaba por toda la tarima, Vedder no dejaba de repetirnos que debemos amar a la tierra y que nos apoyáramos del hombro del que tuviéramos al lado como hermanos que somos, sin importar nuestro país de procedencia, Stone Gossar y McCready no dejaban de asombrarnos con sus solos y sus rarezas en la guitarra y Matt Cameron nos mostró en dos ocasiones que hacer un solo de batería inolvidable es su profesión.

Pearl Jam tocando esa noche «Alive».

La parte más difícil para mi fue cuando interpretaron la canción “Alive”, a esa altura del concierto la multitud estaba tremendamente agitada, ya veía a mi alrededor a varios asistentes desmayándose por el fuerte calor y la asfixia y a más de una víctima de los bruscos movimientos de la masa que no discriminó en romper huesos y provocar raspaduras. Pero no fue complicado para mi por el número de personas que teníamos atrás empujándonos como queriendo romper la barrera ¡no! lo que logró conmoverme fue el momento en que el guitarrista Mike McCready arrancó su solo de guitarra, era como si su cuerpo creciera con cada nota que dibujaba en las seis cuerdas ¡lo tenía ahí, frente de mi! la pasión con que nos regalaba una de sus más representativas creaciones, su aura se mostraba ante nosotros, nos regalaba una buena parte de él junto a sus compañeros de arte mientras Eddie Vedder cantaba “ohhh… I’m still alive…» con esa pasión tan suya ¡No pude más!, tengo que aceptar que me dejé llevar por la escena, un solo de guitarra imposible de describir acompañado de esa historia personal tan fuerte que contiene la canción,  mis lágrimas no aguantaron y solo salieron de mis ojos, me entregué al momento, cedí por completo a mi emoción, al tenerlos ahí, a pocos metros, a toda una leyenda del rock viva, con el mejor sonido, con una tarima increíble, en el país del rock, con todo lo que representan para muchas personas, con todo lo que quieren decir y nos han cantado por décadas, con toda su historia, con todo su dolor, su fuerza, su rabia, su amor, con todo lo que representan para mi.

Todos deberíamos vivirlo… Todos tenemos el derecho de tener en nuestras manos ese sueño musical. Yo ya lo hice.

De mi puño y letra.

Guanaweb

– Artículo originalmente públicado en The Band of The Day – 

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